Como cada fin de semana, nosotros no paramos quietos y esta vez queríamos
explorar otro lugar pero con un poquito de relax. La verdad es que este ritmo
de currar a tope entre semana y disfrutar a lo grande empieza a pasar factura así
que después de pegarnos un sábado a la bartola sin hacer el huevo, el domingo
nos levantamos otra vez con las pilas recargadas y con ganas de relajarnos en
la beach.
Cogimos nuestro coche, fiel compañero de aventuras, y nos dirigimos a
Bribie, la única isla en Queensland conectada al continente por un puente. En
coche se tarda una hora y poco en llegar, desde Brisbane.
La mayor parte de esta isla es parque nacional deshabitado, un 85% es toda
naturaleza. El extremo sur es el que esta edificado, con hermosos caserones a
lo Bervely Hills, amarrados enfrente de cada uno su bonito yate.
Cuando llegamos, con los 30 y pico grados a nuestras espaldas, nos pusimos
a pasear a lo largo de la playa de Woorim para sentir la calma del lugar. Había
muy poca gente, así que pudimos pasear tranquilamente por la orilla y escuchar
las olas del mar. Es el lugar ideal para desconectar del ruido, del bullicio de
la city e impregnarte de paz. Y os aseguro que nosotros los conseguimos, las imágenes
hablan por sí solas.
Woorim está en la costa oriental de la isla, la que da a fuera, por eso
mismo es la más conocida y reclamada para los amantes del surf y la diversión.
Aunque sinceramente, yo la encontré súper tranquila y con una de las aguas más
calmadas que he visto hasta ahora.
Después nos dirigimos con coche al otro extremo de la isla, a la costa
occidental, la playa de Bongaree, playa más dedicada a familias y niños, con
barbacoas, instalaciones para picnic y áreas de juegos para los más peques. También
es playa de pescadores.
A nosotros sin duda nos gustó mucho más Woorim, mucho más salvaje y con
aguas mucho más azules, así que después de pasearnos por Bongaree, de explorar también
una pequeña parte del parque nacional, nos fuimos al restaurante top de la
comida rápida, nuestro querido Mcdonald, y nos compramos la comida.
Estábamos empapados, hacia muchísima calor y el cuerpo nos pedía un baño a
gritos, así que con nuestro Mcmenu en mano nos volvimos a Woorim, nuestro paraíso
aquel día.
Allí extendimos nuestra toalla gigante, nos llenamos el estómago, nos
refrescamos y nos pegamos la siesta del año...casi dos horas disfrutando de sol
y playa, eso sí que vida! (Dato muy importante, en Australia siempre crema
solar! El sol es demasiado fuerte y antes de llevarnos un susto mejor evitar sorpresas
y empaparnos d protección). Aun así, nos levantamos cangrejo total...
Para acabar ese redondo día, nos fuimos a White Patch, una explanada increíble más al Norte y desde allí pudimos contemplar uno de los mejores atardeceres. Es maravilloso
caminar por el agua, mientras observas el sol caer enfrente de ti. Las
barquitas quedaban en medio de esa imagen de postal y sin duda alguna se creó
el momento más mágico del día. Me hubiera quedado allí horas, pero la realidad
se hizo presente y nos recordó que el lunes tocaba madrugar.
Así que nos subimos en nuestro coche con la intención de dar por finalizada
la experiencia en Bribie pero... Oh no! aún quedaba la mejor parte de todas!!! Por
fin nuestros ojos pudieron ver canguros salvajes! Allí, delante de nuestro
coche, estaban dos bicharracos de 2 metros mínimo comiendo a sus anchas. Nos impactó
muchísimo verlos en su hábitat natural, y no pudimos aguantar las ganas de
bajarnos del coche e ir hacia ellos. No os creáis que iba yo muy segura
sabiendo que me sacaban tres cabezas, pero pudo más la emoción. Como era de
esperar, nos observaron y cuando vieron que nos acercábamos con dos saltos los
perdimos de vista.. Corrimos tras ellos pero imposible seguirlos, aun así,
vivimos un gran momento y como dice David: pa' la retina!
Ahora sí, volvimos
para casa, cargados de felicidad y con un día espectacular a nuestras espaldas.
Los lugares que no son tan conocidos también te roban el corazón...
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