Existen dos clases de personas: Las que se sienten tranquilas en su zona de confort, las que no tienen necesidad de moverse de su sitio de siempre, de alejarse de sus comodidades. Después estamos el resto. A los que nos mata la curiosidad y no podemos estar quietos en un mismo lugar, los que a todas horas tenemos la sed de viajar, esa que solo se sacia con sumar a tus experiencias otro rincón más. Para los que el pasaporte significa media vida.

Nosotros sin duda formamos parte de la gente aventurera y arriesgada! Y por eso mismo este año quisimos dar un giro a nuestras vidas y vivir durante un tiempo en otro país, con otra gente y con otras costumbres.

Manteneros al día de todos los sitios que visitamos nos encanta. No hay nada que nos guste más que poder explorar rincones nuevos y compartirlo con toda la gente posible para que se animen a practicar este gran vicio de conocer mundo. Y a los que por una razón u otra no pueden hacerlo, redactamos todas nuestras experiencias para que al menos puedan alimentarse de ellas y en su mente viajar por un instante a estos recónditos lugares.

Ahora bien, la pregunta del millón que muchos os estaréis haciendo: Y como lo habéis hecho?

Pues bien aquí os dejamos la receta por si alguno se anima a kangurear como nosotros.

RECETA :

Añade infinitas cucharadas de ilusión y combínalas con una taza de positividad. Mézclalo bien con valentía y rocíalo con un litro de curiosidad. Déjalo cocer a fuego lento, remuévelo suavemente con un poco de esfuerzo y constancia y finalmente añádele una pizca de dinero.

- Servir con hambre de explorar sin jamás saciarte y con ganas incontrolables de comerte el mundo -

domingo, 18 de diciembre de 2016

Bribie Island


Como cada fin de semana, nosotros no paramos quietos y esta vez queríamos explorar otro lugar pero con un poquito de relax. La verdad es que este ritmo de currar a tope entre semana y disfrutar a lo grande empieza a pasar factura así que después de pegarnos un sábado a la bartola sin hacer el huevo, el domingo nos levantamos otra vez con las pilas recargadas y con ganas de relajarnos en la beach.
Cogimos nuestro coche, fiel compañero de aventuras, y nos dirigimos a Bribie, la única isla en Queensland conectada al continente por un puente. En coche se tarda una hora y poco en llegar, desde Brisbane.
La mayor parte de esta isla es parque nacional deshabitado, un 85% es toda naturaleza. El extremo sur es el que esta edificado, con hermosos caserones a lo Bervely Hills, amarrados enfrente de cada uno su bonito yate.





Cuando llegamos, con los 30 y pico grados a nuestras espaldas, nos pusimos a pasear a lo largo de la playa de Woorim para sentir la calma del lugar. Había muy poca gente, así que pudimos pasear tranquilamente por la orilla y escuchar las olas del mar. Es el lugar ideal para desconectar del ruido, del bullicio de la city e impregnarte de paz. Y os aseguro que nosotros los conseguimos, las imágenes hablan por sí solas.





Woorim está en la costa oriental de la isla, la que da a fuera, por eso mismo es la más conocida y reclamada para los amantes del surf y la diversión. Aunque sinceramente, yo la encontré súper tranquila y con una de las aguas más calmadas que he visto hasta ahora.
Después nos dirigimos con coche al otro extremo de la isla, a la costa occidental, la playa de Bongaree, playa más dedicada a familias y niños, con barbacoas, instalaciones para picnic y áreas de juegos para los más peques. También es playa de pescadores. 





A nosotros sin duda nos gustó mucho más Woorim, mucho más salvaje y con aguas mucho más azules, así que después de pasearnos por Bongaree, de explorar también una pequeña parte del parque nacional, nos fuimos al restaurante top de la comida rápida, nuestro querido Mcdonald, y nos compramos la comida. 
Estábamos empapados, hacia muchísima calor y el cuerpo nos pedía un baño a gritos, así que con nuestro Mcmenu en mano nos volvimos a Woorim, nuestro paraíso aquel día.
Allí extendimos nuestra toalla gigante, nos llenamos el estómago, nos refrescamos y nos pegamos la siesta del año...casi dos horas disfrutando de sol y playa, eso sí que vida! (Dato muy importante, en Australia siempre crema solar! El sol es demasiado fuerte y antes de llevarnos un susto mejor evitar sorpresas y empaparnos d protección). Aun así, nos levantamos cangrejo total...


Para acabar ese redondo día, nos fuimos a White Patch, una explanada increíble más al Norte y desde allí pudimos contemplar uno de los mejores atardeceres. Es maravilloso caminar por el agua, mientras observas el sol caer enfrente de ti. Las barquitas quedaban en medio de esa imagen de postal y sin duda alguna se creó el momento más mágico del día. Me hubiera quedado allí horas, pero la realidad se  hizo presente y nos recordó que el lunes tocaba madrugar. 






Así que nos subimos en nuestro coche con la intención de dar por finalizada la experiencia en Bribie pero... Oh no! aún quedaba la mejor parte de todas!!! Por fin nuestros ojos pudieron ver canguros salvajes! Allí, delante de nuestro coche, estaban dos bicharracos de 2 metros mínimo comiendo a sus anchas. Nos impactó muchísimo verlos en su hábitat natural, y no pudimos aguantar las ganas de bajarnos del coche e ir hacia ellos. No os creáis que iba yo muy segura sabiendo que me sacaban tres cabezas, pero pudo más la emoción. Como era de esperar, nos observaron y cuando vieron que nos acercábamos con dos saltos los perdimos de vista.. Corrimos tras ellos pero imposible seguirlos, aun así, vivimos un gran momento y como dice David: pa' la retina! 



Ahora sí, volvimos para casa, cargados de felicidad y con un día espectacular a nuestras espaldas. 

 Los lugares que no son tan conocidos también te roban el corazón...




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